Últimamente ando escasa de palabras en este rinconcito mío, mi ‘hitzen mundua’ particular. Los últimos meses han sido intensos, y algo raros también. Supongo que hasta para mí, amante del frío, la lluvia y la nieve, ha sido un invierno largo.
A todos nos viene bien un cambio de vez en cuando. Será por eso que vivo con tanto entusiasmo estos primeros días de sol, playa y brisa marina. Son un soplo de energía y positivismo (¿más aún?). Sé que me cansaré pronto del calor, pero, de momento, disfruto de la playa y de vivir tan cerca del mar como para poder olerlo aún sin verlo. Uno de esos lujos que te reconcilian con la vida.
Como decía, no me he prodigado mucho por aquí en los últimos tiempos. Tampoco es que haya abandonado el mundo de las palabras pero es que a veces las mejores palabras son las abandonadas, las fugaces, las que paran a descansar un rato en tu mente y prosiguen luego su viaje. Las palabras sin apeadero, como dijo Albertucho en aquella canción.
Además, he estado concentrada en el mundo de las personas. Sí, qué le voy a hacer, de un tiempo a esta parte estoy aprendiendo a disfrutar del regalo del tiempo libre para mí. Fue todo culpa de una despedida, pero tengo la sensación de haberme llevado más de lo que me dejé y creo que eso es bueno, ¿no?
Aunque, no es menos cierto que el mundo de las personas no gira demasiado bien. En algún lugar hay algún tipo de escape por donde se pierde la cordura, la sensatez, la lógica y la inteligencia. No hace falta más que echar un vistazo a los medios para querer enterrar la cabeza de nuevo en este pequeñito mundo, este particular mundo de las palabras, donde todo es como yo pienso, yo escribo, yo imagino, yo sueño y yo quiero. ¿Egoísta? Puede. Pero que quieren que les diga, la cabra tira pa’l monte. Así que, aquí estoy, de nuevo.
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